Banco Mundial, medidas rápidas y estratégicas pensando en el futuro posterior a la COVID-19
“Las políticas que se elijan hoy —incluido el aumento de la transparencia de la deuda para propiciar nuevas inversiones, los avances más veloces en materia de conectividad digital y una enorme expansión de las redes de protección social en efectivo para las personas pobres— contribuirán a limitar los daños y a lograr una recuperación más sólida. El financiamiento y la construcción de infraestructura productiva serán, entre otros, los desafíos de desarrollo más difíciles de resolver en el período de recuperación posterior a la pandemia. Es necesario establecer medidas para acelerar los procesos judiciales y la resolución de las quiebras, y reformar los costosos subsidios, monopolios y empresas estatales protegidas que han lentificado el desarrollo”.
Las profundas recesiones asociadas con la pandemia probablemente exacerbarán la desaceleración que se registra desde hace décadas en el crecimiento económico y la productividad, los principales factores que impulsan el aumento de los niveles de vida y la disminución de la pobreza. Además del problema de desigualdad derivado del crecimiento lento, las personas pobres y vulnerables se encuentran entre las más afectadas por la pandemia y el confinamiento económico, a través, por ejemplo, del contagio, el cierre de las escuelas y la disminución de los flujos de remesas.
Las medidas necesarias para proteger la salud pública han debilitado la economía mundial, ya frágil, causando recesiones profundas tanto en las economías avanzadas como en las economías de mercados emergentes y en desarrollo. En el análisis se señala que los países que tienen sistemas de salud deficientes; las que dependen marcadamente del comercio internacional, el turismo o las remesas del extranjero, y las que dependen de las exportaciones de productos básicos se verán especialmente afectadas.
En el largo plazo, la pandemia dejará daños perdurables a través de múltiples vías, incluida la disminución de las inversiones; la erosión del capital físico y humano a raíz del cierre de empresas y la pérdida de escolaridad y empleos, y el repliegue del comercio internacional y las relaciones de suministro. Estos efectos reducirán el producto potencial —la producción que una economía puede mantener con pleno empleo y a plena capacidad— y la productividad laboral durante muchos años por venir. Las vulnerabilidades preexistentes, los dividendos demográficos que se desvanecen, y los cuellos de botella estructurales acrecentarán los daños a largo plazo causados por las recesiones profundas asociadas con la pandemia.
“Cuando comenzó la pandemia, muchas economías emergentes y en desarrollo ya se encontraban en una situación vulnerable debido a los niveles récord de deuda y al crecimiento mucho más débil. En combinación con los cuellos de botella estructurales, esto acrecentará los daños a largo plazo causados por las recesiones profundas asociadas con la pandemia”, señaló Ceyla Pazarbasioglu, vicepresidenta de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del Grupo Banco Mundial. “Se necesitan medidas urgentes para limitar los daños, reconstruir la economía y lograr que el crecimiento sea más sólido, resiliente y sostenible”.
Las políticas de reconstrucción tanto en el corto como en el largo plazo suponen el fortalecimiento de los servicios de salud y la aplicación de medidas de estímulo muy focalizadas para ayudar a reavivar el crecimiento. Esto incluye adoptar medidas para sostener al sector privado y para entregar dinero directamente a las personas a fin de promover un retorno más rápido a la creación de empresas después de que haya pasado esta pandemia. Durante el período de mitigación, los países deberán abocarse a mantener la actividad económica a través de apoyo destinado específicamente a proporcionar liquidez a los hogares, las empresas y los servicios públicos esenciales. Al mismo tiempo, los responsables de formular políticas deberán estar atentos para contrarrestar cualquier perturbación financiera que pudiera producirse.
Durante el período de recuperación, los países deberán calibrar la disminución del apoyo público y dedicar especial atención a los desafíos de desarrollo más amplios. El análisis abarca la importancia de propiciar una asignación ordenada del capital nuevo a sectores que sean productivos en las nuevas estructuras que surjan en el período pospandémico. Con ese fin, los países deberán incorporar reformas que permitan que el capital y la mano de obra se adapten con relativa rapidez, mediante la aceleración de la resolución de controversias, la disminución de los obstáculos regulatorios y la reforma de los costosos subsidios, monopolios y empresas estatales protegidas que han lentificado el desarrollo.
En el caso de muchos países, la resiliencia económica en el futuro dependerá de su capacidad para generar y retener más capital humano y físico durante la recuperación. En un mundo pospandémico, serán fundamentales las políticas que reflejen y promuevan nuevos tipos de empleos, empresas y sistemas de gobernanza. El aumento de la transparencia en los compromisos financieros y la inversión también contribuiría a restaurar la confianza y a facilitar el crecimiento de las inversiones.
Extracto de presentación del Banco Mundial